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LA CASONA EN LAGUNILLAS
La primera vez que entré a esta Casona, lucía gastada e invadida por el tiempo. Su propietaria, una anciana de casi 90 años, vivía sola pero habitada por sus fantasmas: La guerra del Chaco, las Guerrillas del Ché, las suntuosas fiestas en la que los varones ocupaban las sillas al frente de las sillas que ocupaban las damas; la ceremonia que los varones debían hacer si querían bailar con alguna dama….en fin; todo eso me contó la anciana que habitaba la casona construida en 1917 por doña Zoraida Villa viuda de Sensano, aquella tarde gris cuando visité por primera vez Lagunillas.
Casi 40 años después, volvemos sobre nuestras huellas para re-encontrarnos con el pasado. Ahora nos recibe Loty Robles y su esposo Miguel Ángel Montero, administradores de la rejuvenecida Casona. Nos abren la puerta de la esquina y nos introducen por el salón hacia los corredores, el patio y las habitaciones. 
Los esposos Rossi Nella (Nena) Montero y Paulo Bedoya, ahora propietarios de la Casona, la restauraron con gusto, con respeto a su original arquitectura y materiales; ahora luce hermosa, brilla, está radiante; en cada sitió espera alguna reliquia para ser admirada: El piano de cola, las lámparas, las camas coloniales y hasta las paredes de piedra labrada. Es un lugar agradable al pie de las últimas estribaciones del Incahusi: “Es una residencia familiar con capacidad para alojar a unas 15 personas a quienes les ofrecemos alojamiento y todas las comidas del día” nos cuentan Loty y Miguel Ángel, mientras que desde Santa Cruz de la Sierra mi amiga Magaly Barba (Maga), me cuenta que la semana pasada en la Casona de Lagunillas,  realizaron el junte de primos hermanos Montero, descendientes del fundador del pueblo allá por 1855.
El dato que me pasa mi amiga Maga, me da pie para pensar disruptivamente y debería obligar a las autoridades de Lagunillas y la provincia a pesar de igual manera en materia de turismo. De cuando en cuando, Lagunillas podría ofrecer una noche en la Casona con Yalo Cuellar, el Chaqueño Palavecino, Juan Enrique Jurado o algún otro artista chaqueño; toda una mañana en los distintos corrales cercanos al pueblo ordeñando las vacas y montando a caballo; un paseo por el cerro para ponerse en contacto con la naturaleza; otro paseo por la casa y el mirador de Melgarejo o por alguna comunidad Guaraní para aprender de la vida en comunidad  y un paseo exploratorio más exigente siguiendo las huellas del Che Güevara y sus combatientes… En fin Lagunillas y los demás municipios de Cordillera, tienen tanto que hacer en materia de turismo como uno de los sectores económicos más notables debido al grado de inversiones que atrae, la generación de fuentes de trabajo para nuestra juventud, la captación de divisas, la lucha frontal contra la migración hacia las grandes ciudades que amenaza despoblar el campo y por supuesto la lucha contra otros males, porque como decía Mark Twain: “Viajar es fatal para el prejuicio, la intolerancia y la estrechez de mente”.

(Ubaldo Padilla Pérez-Periodismo que construye)

La Casona en Lagunillas

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